Fue un empresario Esmeraldeño de origen Manabita, hijo del Coronel Juan Francisco Bautista Centeno Oroz y doña Casimira Medranda Villamil, nieta del prócer Guayaquileño José de Villamil.
Nació en Calceta, Manabí, Ecuador en los primeros días de noviembre de 1909. Cuando fue adulto se radicó en Esmeraldas y contrajo matrimonio con la dama Esmeraldeña doña Olimpia Mosquera Estupiñan, hija de Manuel Mosquera Gómez y doña María Estupiñán Cortés, con quien engendró cuatro hijos: Hugo René (1932), María Luisa (1934), Nora Olimpia (1936) y Efraín Eugenio (1938).
En otro compromiso tuvo tres hijos más: María Janeth, María Piedad y Pedro Luís Centeno Salazar, todos radicados en Charapotó, Manabí, Ecuador, de donde era originaria la madre de ellos.
Hugo fue un precursor de la exportación de banano esmeraldeño a los EEUU. Resulta que entre julio y septiembre de 1946, los países del Caribe fueron azotados por huracanes que causaron graves destrozos en las plantaciones bananeras.
Las poderosas compañías United Fruit y la Standard Fruit, que se disputaban el mercado estadounidense, no pudieron satisfacer la demanda y eso permitió que con menor poder económico no tuvieran dificultades en la introducción al mercado del banano, por eso buscaron en Ecuador y Colombia.
En el caso de la provincia de Esmeraldas, Hugo Centeno Medranda, quien hablaba y escribía correctamente el inglés, mantenía correspondencia con representantes de empresas norteamericanas desde que se inició la exportación de la balsa. Ello le permitió relacionarse con la Grayson Shiping Lines Inc., interesada en la importación de banano.
En esta provincia no existían extensas sembríos de plantaciones de banano, pero en las vegas de los ríos Teaone y Esmeraldas la fruta era abundante y sin valor comercial. Un racimo de guineo costaba un sucre.
La meta fue exportar 5.000 racimos cada 15 días.
Hugo Centeno interesó a algunos agricultores para enviar cargamentos al exterior y para ello estableció el precio de seis sucres por el racimo de ocho manos; ocho sucres por el de nueve, y 10 sucres por el de 10 manos en adelante.
Estuvo en capacidad de exportar quincenalmente 5.000 racimos en barcos de bajo tonelaje. En aquella época los buques anclaban en La Poza (actualmente lo que es la Federación Deportiva y el Puerto Comercial) donde recibían los cargamentos de las canoas y lanchones.
El 23 de agosto de 1947 arribó el vaporcito ‘San Pablo’, cuyo capitán creyó que podía embarcar la fruta por el sector de ‘Puerto Arturo’, un muelle situado cerca al colegio nacional ‘5 de Agosto’ (actualmente unidad educativa Margarita Cortés).
Aprovechando la marea y guiado por un conocedor, el barco avanzó por el canal más profundo del afluente, pues, todavía no se formaba la Isla Piedad y el río Esmeraldas tenía mayor caudal.
Al tratar de salir llevando un cargamento de 4.600 racimos, se varó (encalló) y vanos fueron los esfuerzos realizados con las lanchas remolcadoras ‘Marujita’ y ‘Santa Lidia’, de Nery Mojarrango, para sacarlo.
El recurso para rescatar al ‘San Pablo’ fue arrojar el cargamento al agua. La compañía absorbió la pérdida y los embarques continuaron. Había surgido una actividad productiva y el pueblo avizoró nuevos tiempos. La época bananera estaba por comenzar.
Para lograr el progreso de la provincia, Galo Plaza Lasso, quien era pariente de Hugo Centeno dispuso la concesión de créditos sin mayor trámite a los interesados en sembrar banano o dedicarse a la actividad ganadera. Los agricultores debían presentar los títulos de propiedad, la cédula de identidad y el certificado de votación.
La solicitud debía estar tramitada en un máximo de 15 días, de tal manera que el agricultor recibía el préstamo en tres semanas. Se buscaba clientes dispuestos a sembrar de 20 a 30 hectáreas, a quienes se les concedía hasta 2.000 sucres.
El precio de la tumba y limpia del banano de una hectárea era de 1.000 sucres, la compra y siembra de los colinos 400 sucres y el mantenimiento hasta la producción 600 sucres. Antes del año se iniciaba el corte del banano y se estimaba que cada cuadra debía producir un promedio de 8 racimos semanales.
Llegó Folke Anderson
En las márgenes de los ríos y en las tierras bajas se taló el bosque y se sembraron bananeras. El trabajo fue abundante y se pagaba un salario de 20 sucres semanales.Como los préstamos no podían otorgarse a los verdaderos campesinos que carecían de los títulos de propiedad, el Gobierno instaló una agencia para tramitarlo y levantar los planos. En 1948 se exportaron 184.796 racimos de banano.
En 1949 aumentó la producción. Llegó el empresario sueco Folke Anderson y delegó a Jorge Raad Mounager para que adquiriera la fruta. Le reconocía como comisión un sucre por racimo. Ese año se exportaron 883.167 y de ellos las dos terceras partes las envió Raad.
En 1950 entraron en producción las plantaciones de Muisne, San Francisco, Galera, Atacames, Quinindé, Rioverde, Rocafuerte, Montalvo, Borbón, Concepción y otras en el río Santiago.
La exportación llegó a 1’954.317 racimos con un valor de 2’263.999 sucres. El dinero abundaba para todos. Los únicos desilusionados eran quienes habían tratado de convertir los potreros en bananeras. Ellos fracasaron.
La producción generaba trabajo en las plantaciones, en el transporte, en los embarques. Había que mandar avisos a los productores sobre la fecha de la entrega de la fruta y aumentaron las canoas a motor.
Además, hubo que construir remolcadores, motoveleros y lanchones, lo cual dio movimiento al puerto; había que cargar y acomodar la fruta en las bodegas de los vapores y se necesitó de estibadores; se tenía que contar y seleccionarlos, por lo cual, aparecieron chequeadores y calificadores.
Además, se requirió de personal para las oficinas y trámites bancarios y aduaneros; mujeres debían preparar la comida para quienes laboraban a bordo y en tierra; se abrieron cantinas y cabarets para la distracción de quienes hacían posible la riqueza del hombre de la ciudad y del campo. Se iniciaba una nueva vida en Esmeraldas, la provincia del ‘Oro Verde’, pues, era el “boom bananero”. (DMG)