miércoles, 29 de abril de 2020

Biografia de Maria del Carmen Hevia Aveiga



                                             Biografía de María del Carmen Hevia Aveiga.

Nació en Charapotó, Manabí, Ecuador en el año 1827. Doña Carmen fue una dama hermosa, distinguida, culta y respetable, proveniente de una familia adinerada originaria de Montecristi, Manabí, Ecuador; sus padres se asentaron en el valle de San Esteban de Charapotó a principios del siglo XIX. Contrajo matrimonio en Charapotó con don Julio Antonio Santos Centeno aproximadamente en 1844, quien llegó a ser un próspero comerciante y con quien engendró 22 hijos.

En el Partido de Portoviejo, como se denominara esta región de la costa en la colonia, surgieron varios centros mercantiles, como Montecristi, Jipijapa, Manta, Portoviejo, Chone y Bahía, a diferencia de provincias como Guayas, en la cual la ciudad de Guayaquil fue el único centro económico. Por lo general, estos pueblos estuvieron vinculados a un cabildo o a un municipio, de suerte que cada municipio tuvo su propia historia y guardó celosamente sus tradiciones, tal vez un legado del municipalismo español. De ahí la tendencia a establecer alianzas matrimoniales con familias locales, aunque las distancias entre los pueblos no fueran mayores.

En Charapotó se conformó una sociedad con características casi endogámicas. Apellidos como Santos, Lozano, Velasco, Ureta, Martínez, Hevia, Centeno, de la Chica, Macay y Plaza se entrelazaron durante varias generaciones. (Carmen Dueñas de Anhalzer).

Con Carmen y Antonio no fue la excepción, pues su abuela paterna fue doña Magdalena De la Chica De la Vega, quien era pariente del abuelo materno de don Antonio, el señor Juan Francisco Centeno Tello de la Chica.

A inicios de la República las elites de Charapotó se involucraron activamente en los procesos políticos del país. Se adhirieron a la declaración de independencia del Partido de Portoviejo y participaron en la Asamblea Constituyente de 1835.

Cuando surgió la figura emblemática de Eloy Alfaro y se dio inicio a su revolución liberal, muchos jóvenes de Charapotó fueron militantes de ese movimiento revolucionario y participaron en las asonadas que precedieron al triunfo de Eloy Alfaro. No es de extrañar que la ideología de esta burguesía fuera decididamente liberal, dada su vinculación con la actividad exportadora. Uno de los primeros ideólogos (aunque poco conocido), del liberalismo ecuatoriano fue El coronel Manuel Santos Centeno, también de Charapotó y hermano de don Antonio. En 1859 combatió en Guayaquil al frente de la Columna Manabí, que era un contingente de 500 jóvenes, junto al ejército del General Flores, cuya victoria impidió la desmembración de Ecuador como país.

 Poco después el Coronel Manuel Santos Centeno fue exiliado a Lima desde donde emitió proclamas que se leen como un ideario liberal. Exigía libertad de expresión, libertad de prensa y libertad de culto, que no se ponga trabas a la industria y que no se fomente el agiotaje.

De manera que esta ideología política estaba firmemente arraigada en la familia de doña Carmen y de sus demás parientes y amigos de Charapotó.

Charapotó no pudo evitar las consecuencias de los conflictos propios del Ecuador del siglo XIX. En 1864 el pueblo fue quemado a ras de tierra por las fuerzas de Manuel Castro. El incendio provocó el eventual éxodo hacia la Bahía de Caráquez, que hasta ese momento era solamente un punto de feria que se activaba a la llegada de los grandes buques. A consecuencia del traslado de estas familias surgió la ciudad de Bahía y se creó el Cantón Sucre, Bahía pronto se convirtió en el segundo puerto de la república y adquirió las características urbanas que la caracterizaron.

En el incendio de Charapotó doña Carmen, al igual que otras familias, no solo perdieron sus casas, muebles y enceres, sino también registros valiosos como cartas, fotografías y cuadros familiares. También se quemaron muchos registros de la Iglesia Católica que contenían las ordenanzas de bautizos, defunciones y matrimonios efectuados en ese lugar, borrándose de esta manera parte de la historia de los habitantes de ese hermoso Valle.

En 1865, poco después de terminada la guerra civil en los EEUU, siendo don Antonio un hombre de elevadas aspiraciones y grandes sueños, decidió aprovechar sus contactos para enviar a sus hijos varones a estudiar a ese país. Doña Carmen que respetaba las decisiones de su esposo, vio partir con tristeza a cinco de sus hijos en un gran barco de vela que salió desde Bahía de Caráquez rumbo a los EEUU a principios de ese año. Los hijos que partieron son: Julio Romano (1845), Mariano (1846), José (1847), Javier (1848) y Benito (1849), quienes quedarían bajo el cuidado y responsabilidad del hermano mayor, aún cuando todos fueron a un internado y gozaban de las comodidades y privilegios que tenían los jovencitos de las familias burguesas de ese entonces.

Refiriéndose a esta tendencia, la señora Carmen Dueñas de Anhalzer escribió lo siguiente:

“Esta burguesía mercantil dio mucha importancia a la educación. Con una población de apenas 2000 habitantes, sorprende el número de educandos en el exterior. No existían colegios en la provincia sino escuelas y profesores particulares, y la falta de vías de comunicación con las ciudades del interior dificultaba el traslado, por ejemplo, a Quito o Cuenca, donde si funcionaban establecimientos de enseñanza superior. Resultaba más fácil abordar un barco en la vecina Bahía de Caraquez con destino a Panamá y de ahí trasladarse a Estados Unidos o Europa. Como ejemplo podemos citar a los ocho hijos de Antonio Santos Centeno, comerciante del sombrero de paja toquilla, siete de los cuales fueron enviados desde tierna edad a
un colegio preparatorio en Estados Unidos. Los mayores llegaron en 1865, a poco de terminada la guerra civil en ese país” (“El Valle encantado de San Esteban de Charapotó”).

Pocos meses después de haber llegado estos jóvenes a los EEUU, les sobrevino una gran prueba tanto para sus padres como para ellos con el fallecimiento de Javier, que tan solo tenía 17 años de edad y quien murió en circunstancias no muy claras, aparentemente de una enfermedad. Los esposos Santos Hevia se enteraron de este lamentable acontecimiento tres meses después de haber ocurrido.

Los siguientes cinco años Carmen vio con Alegría como los negocios de su esposo prosperaban, llegando a ser propietarios de un barco con el cual exportaban sus productos a Panamá, California y a aún a Europa. El y sus hermanos, así como algunos de sus primos eran exportadores de sombreros de paja toquilla, cabuya, tagua y cacao, lo cual les permitió amasar una gran fortuna.

El 15 de agosto de 1871 doña Carmen pasó por otra gran tribulación con la muerte repentina de su esposo Julio Antonio, aparentemente de un infarto cardiaco. El tenía tan solo 46 años de edad, dejándola a ella viuda y llena de hijos, el menor de los cuales con pocos días de nacido, y con muchos negocios por atender. Don Antonio murió sin volver a ver a sus muchachos a quienes había enviado años antes a estudiar al exterior.

A raíz de este triste acontecimiento sus hijos empezaron a retornar a Ecuador sin haber concluido totalmente sus estudios. Julio Romano, el mayor, continuó sus estudios superiores logrando graduarse de Ingeniero en la Universidad de Virginia.

Con la ayuda de sus hijos y de los parientes de sus esposo, Carmen logró continuar manteniendo los negocios de su esposo a flote, sobretodo las ventas de sombreros de paja toquilla y de cacao, que para entonces se había convertido en el producto principal de comercialización en esta zona de Manabí. Ella era toda una matrona muy respetada y querida en Bahía de Caraquez.

A pesar de las dificultades que empezaban a surgir con la inestabilidad política del país, algunos de los hacendados de esta región continuaron enviando sus hijos a estudiar al exterior. Este fue el caso de Juan Francisco Mackay Lozano, quien estudió ciencias en Inglaterra, Flavio Santos Moreira, quien obtuvo un doctorado en filosofía en la Universidad La Sorbona de Paris, los hermanos Benito y Elio Santos Mackay, quienes también estudiaron en esa misma Universidad, este último obtuvo un doctorado en medicina y Antonio Santos Hevia, quien fue enviado por doña Carmen a estudiar a Inglaterra.

En el año 1879 su hijo Julio Romano retornó al Ecuador. Sin embargo, su intención no era quedarse, pues habiendo obtenido la ciudadanía Americana, aspiraba poder radicarse definitivamente en ese país. Su llegada a Bahía de Caráquez fue de valiosa contribución, ya que habiéndose graduado de Ingeniero diseñó el bien trazado plano de esa ciudad, que recién empezaba a surgir.

En el año 1884 a raíz de que el movimiento Alfarista continuaba haciéndose más fuerte en Manabí, el gobierno Central organizó una campaña anti revolucionaria y puso al mando de esta a Reinaldo Flores Jijón, Comandante en Jefe de Operaciones de las Fuerzas del Litoral, cuyo propósito principal era desmantelar “la Revolución Injustificable” encabezada por el Señor Eloy Alfaro.

El Gobierno ignoraba hasta qué punto hubiesen avanzado los trabajos revolucionarios, y carecía de un conocimiento perfecto de los aprestos bélicos y demás elementos con que contaban los revolucionarios.

El poder económico de estas familias manabitas ocasionaron que el movimiento de Alfaro se hiciera fuerte dotándolo de armas, uniformes, barcos y dinero suficiente para financiar las campañas. Don José Miguel Mackay Lozano, quien denunció minas de plata en El Salvador y Guatemala en Centroamérica, y quien había hecho una importante fortuna como producto de la explotación de dichas minas, fue uno de los que más aportó dinero para apoyar la revolución de Eloy Alfaro, quien había perdido ya gran parte de su patrimonio en sus múltiples intentos por derrocar a los gobiernos conservadores en Ecuador.

Julio Romano, pronto se unió a las tropas revolucionarias que empezaban a organizarse en toda esa región de Manabí. Desafortunadamente la casi nula preparación militar, la inexperiencia en asuntos bélicos y la falta de verdaderos estrategas de guerra en mar y tierra, impidieron que la pasión libertaria y el fervor de todos estos hombres jóvenes Manabitas tuviera éxito. Poco a poco la mayoría de ellos fueron apresados y algunos murieron en combate.

“El día 12 de diciembre de 1884 a las 5:00 PM arribó a Bahía de Caraquez el barco Nueve de Julio, comandado por Reinaldo Flores Jijón, conjuntamente con su arribo llegó también por tierra una tropa como de sesenta hombres que venían de Charapotó, comandadas por el Coronel Daniel Granja, quien llegaba de Chone con 32 prisioneros, entre los cuales se encontraba el señor Julio Santos, sindicado de ser uno de los principales autores de la revolución, dos señores de apellido Balda, un tal Aveiga y un señor Andrade, sujetos estos sobre quienes pesaban cargos gravísimos”. (Campaña de la costa de Reinaldo Flores, página 97).

Las propiedades de la familia Santos fueron incautadas, los almacenes fueron clausurados y se aseguró además que sus casas habían sido saqueadas. Sin embargo, el Comandante Reinaldo Flores negó esto último y para desmentir las acusaciones ordenó que se hiciera una revisión entre los miembros de la tropa, a bordo del barco Nueve de Julio, de cuya operación resultó que ningún soldado tenía abordo despojo alguno del supuesto saqueo. Pero a renglón seguido él mismo menciona lo siguiente: “Supe que un oficial conservaba un taburete de alfombra, llevado de tierra, perteneciente a la casa posada de los señores Santos Hevia, en donde estuvo alojada precariamente la oficialidad e inmediatamente dispuse la devolución de ese mueble, reconvine severamente al oficial y lo mandé poner preso”. (Campaña de la costa de Reinaldo Flores, página 98).

El 13 de diciembre de 1884 falleció doña Carmen Hevia Aveyga. La captura de sus hijos le ocasionó un infarto severo. Esto fue lo que escribió el Comandante Reinaldo Flores en su libro de registros:

“A la entrada de nuestras tropas en Bahía, la señora Carmen Hevia, viuda de Santos, madre de los jóvenes Julio y Antonio, complicados en la revolución, matrona respetable que se hallaba convaleciendo en San Vicente, es decir frente a Bahía, como resultado de una enfermedad crónica que adolecía al corazón, impresionada súbitamente con este suceso (es decir la prisión de sus hijos), acaso para ella inesperado, fue atacada de un síncope fulminante que le arrebató en pocos momentos la vida. Al tener noticia de este suceso nuestro Capellán, el doctor Vidal Egüez, fue a ofrecer a la familia los auxilios religiosos; pero ésta rehusó aceptarlos”
(Libro Campaña de la costa de Reinaldo Flores, página 99).

La captura de Julio Romano Santos por las fuerzas conservadoras del Coronel Reinaldo Flores protagonizó un serio impasse entre los gobiernos de Ecuador y Estados Unidos.

Resulta que habiéndose enterado el señor Martín Reinberg, Vicecónsul de Estados Unidos en Guayaquil, que Julio Romano Santos Hevia había adquirido la nacionalidad americana, envió cartas al gobierno de su país en abril de 1885, informando de este hecho y adjuntando cartas de siete testigos que afirmaban saber, que durante todos estos años que Julio había estado radicado en Ecuador, se había negado a ocupar o aceptar cargo público alguno, pues siempre aseguró ser ciudadano Americano y tener la intención de retornar a los Estados Unidos. Los testigos fueron: Virgilio Stopper, Juan Polit, Manuel Nevárez, Francisco E. Lozano, José R. Cedeño, Eugenio F. Santos y José Antonio B. Martínez.

El gobierno de los Estadios Unidos solicitó la inmediata puesta en libertad de Julio Romano Santos Hevia, pero en vista de que esto no sucedió, el Gobierno Americano envió una goleta de guerra a Manta y presionó para la liberación de Santos. De modo que fue puesto en libertad a disgusto de los líderes gubernamentales.

Posteriormente cuando Manuel Flores Jijón, hermano del Coronel Reinaldo Flores, se desempeñaba como Presidente del Ecuador, Julio Romano Santos siguió juicio al gobierno por las pérdidas económicas sufridas en este incidente, juicio que fue dirimido en Nueva York a favor de Santos.

Julio regresó a los Estados Unidos donde se convirtió en un profesor de la Universidad de Virginia, institución en la que se había graduado años atrás como Ingeniero.

Doña Carmen falleció a la temprana edad de 57 años. dejando una gran posteridad. Sus descendientes han llegado a ser ciudadanos ilustres del país. Hombres y mujeres destacados en diferentes facetas del quehacer público.

Biografía escrita por: Ing. Jairo H. Dìaz C (diazjh58@hotmail.com).

viernes, 24 de abril de 2020

Biografia de Julio Romano Santos Hevia

Biografía de Julio Romano Santos Hevia.

Nació en Charapotó, Manabi, Ecuador en 1845, fue hijo de Julio Santos Centeno y María del Carmen Hevia Aveiga. Fue el mayor de veintidos hermanos. Su padre fue un acaudalado y exitoso comerciante, exportador de sombreros de paja toquilla, cabuya, tagua y cacao.

Charapotó no pudo evitar las consecuencias de los conflictos propios del Ecuador del siglo XIX. En 1864 el pueblo fue quemado a ras de tierra por las fuerzas de Manuel Castro. El incendio provocó el eventual éxodo hacia la Bahía de Caráques que hasta ese momento era solamente un punto de feria que se activaba a la llegada de los grandes buques. A consecuencia del traslado de estas familias surgió la ciudad de Bahía y se creó el Cantón Sucre, Bahía pronto se convirtió en el segundo puerto de la república y adquirió las características urbanas que la caracterizaron. (Carmen Dueñas de Anhalzer en su articulo totulado: El Valle encantado de San Esteban de Charapotó).

En 1865 siendo todavía un jovencito, Julio Romano y otros seis de sus hermanos menores fueron enviados por sus padres a estudiar a los Estados Unidos, cuando recién se había terminado la guerra civil en ese país. Al concluir sus estudios secundarios él ingresó a la Universidad de Virginia donde posteriormente se graduó de ingeniero.

En 1879 siendo ya un Ingeniero graduado, Julio Romano regresó a Bahía de Caráquez, lugar donde se había establecido su familia para ese entonces, pero no con la intención de quedarse sino de visitar a los suyos, pues su deseo era radicarse definitivamente en los EEUU. Fue precisamente Julio Romano quien diseñó el bien trazado plano de la ciudad de Bahía.

En 1884 Julio Romano Santos Hevia dio lugar a un serio conflicto internacional. Resulta que él había adquirido la nacionalidad americana y siendo su familia del partido liberal, fue tomado prisionero por asuntos políticos por las fuerzas conservadoras del Coronel Reynaldo Flores, hermano del futuro presidente de Ecuador Antonio Flores Jijón; este hecho provocó un incidente entre los gobiernos de Ecuador y Estados Unidos, como resultado de lo cual el Gobierno Americano envió una goleta de guerra a Manta y presionó para la liberación de Julio Romano Santos. Posteriormente Santos siguió juicio al gobierno de Antonio Flores Jijón por las pérdidas económicas sufridas en este incidente, juicio que fue dirimido en Nueva York a favor de Santos.

A la postre Julio Romano Santos se radicó en los EEUU y llegó a ser profesor de la Universidad de Virginia, la misma institución en la que se habia graduado años atrás. No tenemos información de su posteridad, ni de la fecha de su fallecimiento.

Biografia escrita por: Ing. Jairo H. Díaz C. (diazjh58@hotmail.com). 

domingo, 19 de abril de 2020

Biografia del Dr.Jose Antonio Santos Ditto


                                                    DR. JOSE ANTONIO SANTOS DITTO






POLITICO Y ESCRITOR.- Nació en Guayaquil el 13 de Enero de 1.943. Hijo legítimo del Dr. José Santos Rodríguez abogado manabita de actuación durante la revolución del 28 de Mayo de 1944, cuya biografía puede verse en este diccionario y de María Elena Ditto, guayaquileña.

El mayor de nueve hermanos, muy niño fue llevado por sus padres a Bahía de Caráquez y de cinco años ingresó a la escuela Juan Montalvo del profesor Sucre Mieles García, segün él "para aplacar mi sufrimiento por el matrimonio de mi tía Rita Santos Rodríguez quien me mimaba mucho".

De doce años siguió la secundaria en el Colegio Nacional Mixto Eloy Alfaro y tuvo por compañeros a su hermano Roberto, Nicolás Cassis, Samuel Belletini, con los cuales editó varios números de un periódico cultural y político llamado "El Demócrata" en el que colaboraron Julio Vera Andrade, Eddi Brazo Castro y Octavio Castro. También dirigieron la radio "T. L. Kit" que revolucionó el ambiente pueblerino de Bahía.

En 1.958 encabezó el Comité estudiantil para elegir a Susana Andrade reina del Colegio. En 1959 formó parte de una delegación que se trasladó a Guayaquil y en un buque de la armada conocieron las islas Galápagos, exonerado de asistir a la premilitar por sufrir de una hernia inguinal, fue con su hermano Roberto a un cuartel de Portoviejo, de donde los sacó su padre que estaba de Diputado para que pudieran rendir sus exámenes de Bachiller.

Era un estudiante politizado que participaba en huelgas y en paros, hacía concentraciones de solidaridad en las calles para respaldar a sus compañeros de Chone y Portoviejo contra el gobierno o en apoyo a nuestros derechos territoriales ante la actitud egoísta de la OEA que se negaba a intervenir en el problema fronterizo con el Perú. Por eso salía hacia el Obelisco central al grito de "Con OEA o sin OEA ganaremos la pelea" y otras consignas pro Fidelistas. Al mismo tiempo era un joven soñador y aficionado a la poesía de Pablo Neruda que gustaba contemplar el mar en compañía de sus amistades y así fue como enamoró a varias muchachas hermosas.

En 1.961 fue electo uno de los Vicepresidentes de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador FEUE con Francisco Huerta Montalvo, Ramón Verduga y César Sacólo. Ese año se desató la reacción contra el Alcalde Pedro Menéndez Gilbert y en una manifestación encabezada por Alfredo Mancero recibió el golpe de una bomba lacrimógena de largo alcance en el sector izquierdo del pecho, salvándose de morir porque el proyectil rebotó en su cuerpo y fue a reventar en un carro. Inconciente le llevaron al Hospital y despertó en una camilla con muchos dolores. El Dr. Angel Ahuad Herales le succionó la sangre del derrame interno y el Dr. Gustavo Arosemena Monroy lo vendó porque tenía dos costillas rotas.

Ese año pasaron a residir en el puerto principal en una villita de las calles Primero de Mayo y Tungurahua frente al Parque Guayaquil. Su padre estaba de profesor universitario y le matriculó en Jurisprudencia; desde entonces luchó abiertamente con Jaime Roldós Aguilera, Franklyn Verduga Vélez contra los elementos menendistas enquistados en la Facultad.
En 1.965 contrajo matrimonio con María Elena Santos Balda su novia de Bahía de Caráquez y ha tenido cuatro hijos. También comenzó a trabajar con su padre por S/. 800 mensuales y comisiones cada vez que tenía que viajar a provincias.
En 1.967 se graduó de Licenciado. El 68 fue nombrado Promotor de la Reforma Agraria en el Instituto de la Reforma Agraria en Guayaquil (IERAC) con S/. 3.000. Ocho meses después y a causa de injustas actitudes de los directivos de Quito, a principios de Marzo de 1.969 se tomó con otros funcionarios el edificio del IERAC en Guayaquil y constituyeron con la FEUE y la FESE, los sindicatos de trabajadores municipales, organizaciones campesinas como la FETAL y el ACAL, el llamado "Frente Obrero Campesino Estudiantil", pero les desalojó la fuerza pública siete días después.
El 29 de Marzo lanzaron un Manifiesto al país y las autoridades le dieron el pase a la provincia de Carchi obligándole a renunciar. Así fue como entró a la lucha en favor del campesinado en el Ecuador. La "Asociación de Cooperativas Agrícolas del Litoral" ACAL. le nombró su Asesor Jurídico.
Estudió la teoría y la Ley Agraria que en la Universidad de Guayaquil aún no se enseñaban, amistando con varios autores internacionales, entre ellos el profesor Antonio C. Vivanco de la Universidad de Buenos Aires y autor del proyecto de Código rural argentino.

En Abril de 1.971 se incorporó de Abogado aunque ya venía ejerciendo bajo la asesoría de su padre desde años atrás.
En 1.973 fue llamado a dictar la cátedra de Derecho Agrario en la Universidad de Guayaquil por renuncia del titular Guillermo Amat Villacís y alcanzó la titularidad en concurso de Merecimientos dos años después.
En 1.975 dio a la luz su ensayo "Aspectos fundamentales de la Reforma Agraria" en 29 pags. ilusionado por la cruenta lucha del campesinado del litoral, primer trabajo que le hizo ver las posibilidades de escribir otros más enjundiosos y significativos.
Ese año fue designado asesor Jurídico de la Unión de Cooperativas Industriales y Mercadeo Arrocera URCIMA, funciones que aún ejerce con notable éxito.
En 1.980 empezó a organizar un movimiento político para terminar con la Ley de Cooperativas que contiene la mordaza que evita que el sector rural mayoritario participe en política. Habló en programas radiales, visitó recintos acompañado de su padre y hermano Arturo, redactó la Declaración de Principios y el Plan de Gobierno, difundiéndolos. El Partido llamaría PUN, siglas que significan Partido de la Unidad Nacional pero no llegó a tener las cincuenta mil firmas exigidas por el Tribunal Supremo Electoral.
En 1.981 publicó "La Contrareforma agraria en marcha" en 15 pags. y construyó un segundo piso sobre la villa de su tia política Rosa Blanca Balda Brignardelli, con un préstamo a la Mutualista Previsión y Seguridad.
En 1.982 sustentó la tesis doctoral "Fundamentos Jurídicos y Sociales para la expedición de un Código Agrario en el Ecuador" publicada en la Universidad en 198 pags. como la mejor tesis de ese año y fue electo Subdecano de la Facultad de Jurisprudencia.
En 1.983 revivió con otros políticos más al Frente Amplio de Izquierda FADI. siendo uno de los tres Vicepresidentes Nacionales.
En 1.985 sacó "Nuevos obstáculos para detener la Reforma Agraria" en 72 pags. y se separó del FADI con varios dirigentes para constituir el Partido de Liberación Nacional o Fadi rebelde como la prensa dio en llamarles.

En 1.986 apareció su mejor libro titulado "Leyes y sangre en el agro" en 330 pags. donde expuso las argucias de ciertos propietarios para confundir las normas del Derecho Agrario con el Civil, a fin de entorpecer la agilidad que requiere el procedimiento de afectación de los predios arroceros, al tenor de lo dispuesto en los decretos 1.001 de Velasco Ibarra en 1.970 y 840 de la dictadura de Guillermo Rodríguez Lara en 1.975, de suerte que a su criterio es necesario insertarlos en la Ley de Reforma Agraria. Excelente aporte jurídico aunque no carece tampoco de sentimiento pues su autor revive los días de dolor que le tocó pasar en las luchas campesinas recuperándolos para la memoria colectiva. También rescata los nombres de numerosos luchadores anónimos por la liberación popular. Historia vibrante y emotiva escrita por un narrador de oficio escapado hacia la aridez de la jurisprudencia. Finalmente se encuentran varias semblanzas de destacados líderes campesinos, quedando como mensaje los abusos que comete el IERAC. y otros organismos de gobierno esta obra fue declarada el libro del mes.

En 1.988 hizo activa campaña por el candidato presidencial Frank Vargas Pazzos que no triunfó y lo nombraron Miembro de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas.
En 1.990 fue designado Director Provincial del Guayas de Liberación Nacional y candidatizado a Diputado recorrió los recintos campesinos del Guayas sin poder competir con las grandes campañas millonarias de los trust de nuestra política, orquestadas a través de los diarios, canales de Televisión, estaciones de radio y revistas del país. Por eso estima que no vale la pena volver a intervenir.

En 1.991 editó "La Lucha de los campesinos arroceros por la Reforma Agraria" en 170 pags. con los antecedentes históricos expuestos en forma por demás objetiva, grandes verdades que aún no son tomadas en cuenta por el país.
En 1.992 publicó "Los Reglamentos Agrarios. Su inconstitucionalidad" en 210 pags. sobre tan valiosas fuentes para la reforma de la ley, que en muchos casos - inclusive - han desbordado el marco legal, alterando o reformándola. También trata sobre las dos leyes de la Reforma Agraria, la de 1.964 de la Dictadura de la Junta Militar y la del 73 de Rodríguez Lara y la nociva acción del Tribunal de Garantías Constitucionales con sus reiteradas violaciones a la norma y el deliberado propósito del ejecutivo de turno para forjar obstáculos a la libre aplicación de la Reforma Agraria en el Ecuador.

Es un abogado agrarista que ejerce su profesión a tiempo completo. Contextura gruesa como su madre, sensible, nervioso, extrovertido y hasta novelero; gusta poner gran responsabilidad en sus trabajos. Le agrada el hogar, hacer crucigramas, adora a sus nietos.
Canta y lo hace en reuniones familiares. Los lunes de tarde bebe con sus amigos campesinos en veladas de guitarra, recitaciones, política y canto, donde se cuentan chistes y se ponen apodos, pues jamás se ha desligado de la dirigencia campesina.

El 7 de Diciembre de 1994, fue designado presidente ejecutivo de la recién fundada Asociación Ecuatoriana De Derecho Agrario, A.E.D.A. En 1994, publica un nuevo libro, Derecho Agrario: Reforma Y Desarrollo" de 224 paginas y el 97 “Derecho Agroambiental en 31 pags. con su conferencia dictada en San José de Costa Rica y en Perú.

Falleció en Guayaquil el 3 de abril de 2020.

Autor de la biografia: Rodolfo Pérez Pimentel.

lunes, 6 de abril de 2020

Biografia del Dr. Rafael Horacio Diaz Arana (Mi papá).




Biografía de Rafael Horacio Díaz Arana

Nació en Tuluá, Valle del Cauca, Colombia el 24 de agosto de 1929, fue hijo de Rafael Antonio Díaz, antioqueño nacido en Titiribí y de María Bertilda Arana Soto, Valluna nacida en Roldanillo. Fue el tercero de siete hermanos, dos de los cuales, los dos  menores, fallecieron siendo niños.

Rafael Horacio nació en la época de la gran depresión ocurrida en los EEUU, la cual afectó comercialmente a toda America Latina por varios años.

Creció en Tuluá en un hogar estable pero sin lujos. Sus padres se mudaron a esa ciudad justo cuando su mamá se encontraba embarazada de él; sus dos hermanos mayores José Alonso (1925) y Carmen (1927) habían nacido en Zarzal, lugar donde sus padres se conocieron, se casaron y vivieron durante sus primeros cuatro años de matrimonio. Sus hermanos menores Orfelina (1933), Hernesley (1936), Hernán I (1941) y Hernán II (1943), nacieron en Tuluá.

Su padre fue un albañil, hombre muy trabajador y responsable, que a base de mucho esfuerzo y tenacidad llegó a ser propietario de varias casas y una tienda de abarrotes ubicada en el sector comercial de la calle 27, arteria principal de esa ciudad, a la que como buen paisa le puso por nombre “Aquí me quedo”.

Cuando cumplió seis años de edad sus padres lo matricularon en la Institución Educativa Gimnasio del Pacifico, que hasta unos tres años antes se llamó “Escuela pública de varones”, Institución educativa que en ese entonces funcionaba en el edificio que hoy es el Palacio de Justicia y que tenía dos secciones, una con alumnos de primaria y otra con alumnos de secundaria. Cuando Rafael ingresó a estudiar la Primaria en 1935 el rector de la Institución era el doctor Rafael Serrano Camargo, pero en los siguientes dos años fue rector de la Institución el señor Genaro Cruz Victoria.

Entre 1937 y 1938 a la sección pedagógica de la escuela primaria se la llamó “Escuela Normal Del Valle”, pero luego se le dio el nombre de Gimnasio del Pacifico a toda la Institución educativa. Posteriormente se optó por separar la educación primaria de la secundaria en dos instituciones funcionando en edificios diferentes.

Sus estudios secundarios los hizo inicialmente en el colegio de curas Salesianos San Juan Bosco, quienes lo adoctrinaron en la fe católica y hasta aprendió de memoria casi todo el ceremonial de la misa en Latín, pero estando en tercer grado tuvo problemas con unos compañeros de colegio y siendo Rafael Horacio de temperamento fuerte, decidió cambiarse de colegio, así es que sus padres lo matricularon en el Colegio Gimnasio del Pacifico donde finalmente se graduó de bachiller en 1947.

Cabe mencionar aquí, que en el año 1940 siendo nuevamente rector del Colegio Gimnasio del Pacifico el doctor Rafael Serrano C., se expide el Decreto No 1911 del 17 de Octubre de 1940, mediante el cual se establece que el Servicio Militar Obligatorio se podía cumplir los días sábados en el batallón de Infantería No 3 Palacé de la ciudad de Buga y podrían participar los alumnos de los grados 4to., 5to. y 6to. cuyas edades fueran superiores a 15 años. La instrucción militar era de 3 horas cada sábado. De modo que cuando Rafael Horacio cursó el sexto de bachillerato participó de esta instrucción militar, quedando exento de tener que hacer el servicio militar cuando cumplió 18 años de edad.

Después de graduarse de bachiller, Rafael entró en la etapa de incertidumbre en la que entran muchos jóvenes, no sabía exactamente qué estudiar. Estuvo considerando Ingeniería Civil, pues era bueno con las matemáticas, también consideró la carrera de arquitectura ya que era buen dibujante, pero luego pensó que medicina sería una mejor carrera y no le resultaría tan difícil ya que tenía una excelente memoria. Sin embargo, no optó por ninguna de las tres. Esta indecisión lo hizo perder tiempo valioso y pasaron casi dos años de holgazanería, tiempo durante el cual se dedicó a divertirse con sus amigos, comportamiento que ameritó una severa reprimenda de parte de su papá, quien lo llamó a la reflexión y lo exhortó a que tomara una pronta decisión en cuanto a lo que haría con su vida.

Habiendo sido criado en un hogar sumamente católico, Rafael tenía una fuerte inclinación religiosa, de modo que para congraciarse con sus padres empezó a considerar seriamente la posibilidad de ser cura y estuvo a punto de registrarse como seminarista, pero desistió de la idea debido a una experiencia negativa con un cura católico. Resulta que debido al asesinato de Jorge Eliecer Gaitán ocurrido el 9 de Abril de 1948, se desató en casi todo Colombia una guerra civil entre liberales y conservadores; Rafael fue testigo de cómo este cura indicaba con una señal a ciertos hombres, cuales de los que se acercaban al confesionario eran del partido Liberal, los cuales posteriormente aparecían asesinados. Esta triste experiencia lo llevó a perder la creencia en su religión, pero no la fe en Dios, de modo que nunca volvió a rezar, ni a ir a misa y solo asistió a la Iglesia cuando fallecieron sus padres, su tía Rosa y uno que otro pariente cercano.

En 1950 habiendo recibido información acerca de lo fácil y barato que era ingresar a estudiar en la Universidad Estatal de Guayaquil, Ecuador, él y un grupo de sus amigos entre los cuales se encontraban Argemiro Lozano, Alvaro Llanos, Alfredo Llanos y  Fabián Ramirez, decidieron ir a estudiar a ese país, de modo que organizaron sus documentos y con el apoyo económico de sus padres, todos ellos partieron para allá.

Inicialmente Rafael Horacio se matriculó en la Universidad para estudiar veterinaria, pero después de un año de estudios decidió cambiarse a la carrera de odontología, carrera que también estaba siguiendo Fabián Ramirez. Por su parte Alvaro Llanos y Argemiro Lozano estudiaron medicina y Alfredo Llanos estudió Química. Un año después Rafael Horacio estuvo considerando cambiarse nuevamente de carrera, pues decía que si hubiera sabido que en la carrera de odontología tenía que estudiar tanta anatomía y trabajar con cadaveres, mejor hubiera escogido medicina, pero no queriendo contrariar a sus padres, ni perder más tiempo decidió seguir adelante con la carrera.

A finales de junio de 1954 Rafael Horacio recibió una triste noticia en una carta escrita por su padre, su hermano menor Hernán, había muerto ahogado en el río Tuluá durante unas festividades de la ciudad. El río estaba crecido y su cadaver nunca fue encontrado, pero hubo testigos que vieron caer un niño al agua.

A principios del año 1957 estando Rafael Horacio con un grupo de estudiantes en una cafetería ubicada en la calle Chimborazo, muy cerca del Parque Seminario (También conocido como Parque Bolívar, o Parque de las iguanas), lugar donde solían acudir con frecuencia para estudiar o relajarse un poco, conocieron a dos bonitas mujeres Manabitas llamadas María Lucrecia y Yolanda, que eran primas. Rafael se interesó en María Lucrecia y Alfredo Llanos se interesó en Yolanda. Ese encuentro les cambió la vida a ambos y a ellas también, ya que a partir de ese momento ellos se propusieron conquistarlas. Pronto se hicieron amigos y los encuentros se hicieron frecuentes. A Rafael le faltaba un año y a Alfredo dos para culminar sus estudios Universitarios y regresar a Colombia.

Para cuando Rafael Horacio se enteró de que Maruja, nombre con el cual era conocida María Lucrecia, tenía una hija llamada Ligia, él ya estaba enamorado y su interés en ella era tal que no se decepcionó, sino que continuó cortejándola. Pronto Ligia María, a quien todos llamaban “Pochita” por ser gordita, se convirtió en la atracción del grupo de estudiantes y llegó a ser muy querida por todos ellos, hasta el punto de que contribuían con dinero para que tuviera lo necesario para su alimentación.

A los pocos meses de conocerse decidieron formar un hogar, de modo que empezaron a convivir maritalmente, pero sin estar casados. Fue entonces cuando Rafael tomó la decisión de registrar a Ligia como si fuera hija suya e hicieron una serie de trámites, con el apoyo de amigos y parientes, pero no en forma legal, y Ligia fue inscrita en el Registro Civil como si fuera hija de ambos; constando además que había nacido en la maternidad Enrique Sotomayor de la ciudad de Guayaquil, pero ella realmente había nacido en la ciudad de Manta perteneciente a la provincia de Manabí.

Cuando Rafael y Maruja empezaron a convivir juntos, ambos tenían 28 años de edad. Pronto Maruja quedó embarazada y dio a luz un hijo varón que nació prematuramente en abril de 1958 y que necesitó de muchos cuidados, a quien pusieron por nombre Jairo Hernán, Jairo porque era el nombre más popular en Colombia en esa época y Hernán por su hermano fallecido recientemente. Rafael no se atrevió a contarle a sus padres de su relación con Maruja y mucho menos de que ahora era padre de dos hijos, ya que él dependía del apoyo económico de su papá a fin de poder culminar su carrera y no quería contrariarlo. Su retorno a Colombia se había complicado con la aparición de Maruja en su vida y la paternidad de Ligia y Jairo, a quienes sus compañeros de Universidad llamaban cariñosamente “Pochita” y “Pistocho”.

El 14 de febrero de 1958 se había creado la facultad Piloto de Odontología, pues hasta ese entonces formaba parte de la facultad de Medicina como Escuela de Odontología y fue el primer decano electo el doctor Héctor Cabezas Monsalve, quien decide otorgar, al término de la carrera, el título de doctor en Odontología a todos los estudiantes.

Entre junio y diciembre de ese mismo año, empezaron a incorporarse los primeros estudiantes que obtuvieron el título de doctor en odontología graduados en la recién creada facultad. Rafael se incorporó el 12 de diciembre de 1958. (Ver Libro “La historia de la facultad piloto de Odontología”, escrito por la Dra. Jessica Scarlet Apolo Morán, Ps. José Fernando Apolo Morán y el Dr. Eduardo Pazmiño Rodriguez).

Rafael celebró en grande este acontecimiento con sus amigos, lo cual resintió a Maruja. Para congraciarse con ella él le ofreció su título y le agradeció por el apoyo que ella le dio durante este último año de su carrera. La reconciliación dio como resultado que Maruja quedara embarazada nuevamente, pero ella no lo supo sino hasta dos meses más tarde.

Pocos días después Rafael viajó a Colombia, prometiéndole a Maruja que regresaría por ella una vez que ya estuviera establecido en Tuluá y con un trabajo fijo. Su viaje de retorno a Colombia fue casi inmediatamente después de graduarse; él deseaba pasar navidad y fin de año con sus padres y sus hermanos, a quienes no veía desde hacía seis años, es decir desde que empezó su carrera, ni siquiera había vuelto a Colombia con la fatal noticia de la muerte de Hernán, su hermano.

Cuando Rafael regresó a Colombia, fue recibido con gran felicidad por su familia, él era el primero y a la postre el único de sus otros cuatro hermanos vivos, que lograba terminar una carrera universitaria. Su hermana Orfelina organizó una fiesta, con la intención no solamente de agasajar a Rafael Horacio, sino también de que pudiera conocer algunas de las damas solteras de la Sociedad de Tuluá. Rafael no había tenido la sensatez de decirle a sus padres que había dejado en Guayaquil una familia.

Pasaron algunos meses y Rafael Horacio no se atrevió a hablar con sus padres sobre su mujer y sus hijos y no fue sino hasta cuando Maruja apareció en el portal de su casa, que sus padres se enteraron de esta realidad. Su padre le hizo una sola pregunta: “¿Es cierto que ella es tu mujer y que estos son tus hijos? A lo que él respondió: Es cierto. Su padre le dijo: Entonces joven a partir de ahora usted deberá hacerse responsable de su mujer y de sus hijos”.

A pesar de la gran decepción que este asunto ocasionó en sus padres y de la molestia que esto les produjo, ellos decidieron apoyar económicamente a Rafael Horacio, para que pudiera sostener a su familia. Sin embargo, aún cuando fueron amables y respetuosos con Maruja, no tuvieron una relación afectuosa con ella, lo cual es comprensible dada las circunstancias en que la conocieron.

Los primeros años en Tuluá fueron difíciles tanto para Rafael Horacio como para Maruja y vivieron con muchas limitaciones en los sectores marginales de la ciudad. A medida que la situación económica fue mejorando fueron mudándose a una mejor casa y en un mejor sector. Su padre lo apoyó económicamente comprándole un equipo odontológico, el cual Rafael Horacio le pagó en cómodas cuotas mensuales después de varios años.

En 1963 Rafael Horacio tuvo la bendición de ser contratado por el Instituto Colombiano de Seguridad Social, para trabajar como odontólogo en un Centro médico que habían inaugurado recientemente en la pequeña ciudad de Riopaila, ubicada a 50 minutos en bus desde Tuluá, lugar donde debía desplazarse todos los días de lunes a viernes, con un horario de 8:00 AM hasta la 1:00 PM. En las tardes al volver a Tuluá, atendía en su consultorio particular desde las 3:00 PM hasta las 6:00 PM. Esto le permitió darle a Maruja y a sus hijos una mejor calidad de vida. Le compró una máquina lavadora de ropa y a partir de esa fecha empezaron a contratar empleadas que le ayudaran a Maruja con los quehaceres de la casa.

El 18 de junio de 1964 muere inesperadamente su mamá de un infarto severo al corazón. Este fue un suceso muy triste para su papá y sus hermanos, pero que a la postre se convirtió en una bendición para él y su familia, ya que unos meses más tarde don Rafa, sintiéndose muy solo en una casa tan grande, invitó a Horacio y su familia a mudarse a vivir junto con él. Era una casa espaciosa, tenía cinco habitaciones grandes, un dormitorio pequeño para la empleada, dos salas, una sala comedor, cocina, dos baños y un patio con dos árboles de limón, uno de brevas (Higos), uno de guayaba y uno de chirimoya que nunca dio fruto. Además don Rafa tenía en la sala principal un televisor grande, la casa contaba con servicio telefónico y un calentador de agua en el baño principal. De modo que esto le cambió la vida por completo a Horacio, su mujer y sus hijos.

En 1965 en una ocasión en la que se dirigía a la ciudad de Rio Paila para acudir a su trabajo, el bus de Expreso Trejos se accidentó en el puente de la quebrada Savaletas, cayendo 100 metros abajo. En dicho accidente murieron algunas personas, pero Dios protegió a Rafael Horacio y sólo tuvo un corte de unos quince centimetros en su pierna derecha.

El 14 de julio de 1967 Rafael Horacio y Maruja contrajeron matrimonio civil y eclesiástico, requisito exigido por la Iglesia Católica para que sus hijos pudieran hacer la primera comunión. El matrimonio eclesiástico se llevó a cabo en la Parroquia San Bartolomé de la ciudad de Tuluá, ocasión en la que además fueron legitimados todos sus hijos, incluyendo a Ligia María. Para esa fecha Maruja se encontraba embarazada de su último hijo quien nació en diciembre de ese mismo año. Habían tenido que transcurrir diez años desde la ocasión en que habían organizado un hogar, para que esto pudiera darse. Maruja por fin se sentía feliz y segura.

Rafael y Maruja tuvieron cinco hijos que nacieron en Tuluá: Ricardo Antonio (1959), Jenny Maricela (1961), Rodolfo Iván (1962), Carlos Wilson (1964) y Raúl Horacio (1967).

Mientras era estudiante en Guayaquil, él y sus compañeros adquirieron el vicio de jugar cartas y dominó, lo cual continuaron haciendo al regresar a su ciudad. En Tuluá conocieron un hombre de origen judío, quien tenía una sala de juego en el piso alto  de un inmueble ubicado en la Calle 27 con Carrera 24 a la que concurrían todas las noches después de salir de sus trabajos. A la postre este vicio se convertiría en una tragedia para su familia, no porque perdiera considerables sumas de dinero, ya que jugaban montos muy bajos y lo hacían más por distracción, sino por el tiempo valioso que perdió insensatamente, tiempo que él debió haber compartido con su esposa y sus hijos.

El 18 de octubre de 1976 luego de una trombosis cerebral que lo tuvo postrado por un año, falleció su papá de un infarto cardiaco. Su padre dejó un testamento estipulando que la casa en la que vivían sería heredada en partes iguales por sus tres hijos  varones, las mujeres heredaron otras propiedades.

Rafael Horacio trató de negociar la parte de la herencia que le correspondió a sus hermanos Alonso y Hernesley, ofreciéndoles comprarles su parte, valor que él les pagaría con un préstamo hipotecario que haría con el banco, pero estos prefirieron venderle la parte de su herencia al señor Arturo Guevara, propietario del almacén “El Principe” que colindaba con la casa, propiedad que era de su interés para poder ampliar su negocio y quien les ofreció una cantidad mayor de dinero. A Rafael no le quedó otra alternativa que venderle también su parte al señor Guevara. De modo que el deseo de Rafael Horacio y Maruja de obtener esa propiedad se desvaneció como en un sueño. Don Arturo al poco tiempo demolió la hermosa casa que con tanto esfuerzo y con sus propias manos construyó don Rafa. A partir de allí Rafael Horacio y su familia nuevamente estuvieron viviendo en casas alquiladas. Esto fue un golpe devastador para él.

A pesar de sus limitaciones económicas se esforzó porque sus hijos tuvieran una buena educación. Les decía constantemente: “Es la mejor herencia que puedo dejarles”. Los resultados fueron buenos, pues logró que cuatro de sus hijos se convirtieran en profesionales universitarios.

Rafael Horacio fue siempre muy responsable con su familia y un buen proveedor. Se preocupó de darles seguridad y bienestar en cuanto a las cosas temporales, pero no fue un hombre afectivo. Nunca besó, ni abrazó a sus hijos, ni les habló con ternura. Cuando tenía que darles alguna enseñanza no lo hacía como quien da un consejo, sino como quien da un sermón. Su estilo fue severo y era muy crítico en cuanto a las decisiones y opiniones de su familia. Si alguno cometía un error, no lo corregía con amor, sino con frases duras que tendían más bien a ridiculizarlo. Pero cuando alguno conseguía destacarse o alcanzar un logro, le resultaba difícil elogiarlo. Pocas veces felicitó a sus hijos en sus aciertos. Sin embargo, cuando estos partieron para el Ecuador a estudiar sus carreras Universitarias, sus cartas mostraron una faceta desconocida. Para él era más fácil expresar sus sentimientos por escrito que en persona, llegando a veces a ser muy sentimental.

Fue un hombre orgulloso y necio. Era intransigente en algunas de sus posturas. No asistió a las bodas de ninguno de sus hijos por no estar de acuerdo con sus matrimonios. No era muy entusiasta de modo que evitaba participar de eventos sociales, culturales o recreativos y muy pocas ocasiones compartió este tipo de actividades con su familia. Sin embargo, cuando asistía a una fiesta solía bailar con su esposa, lo hacía muy bien por cierto, y de forma elegante.

En la formación de sus hijos tenía una actitud machista. Decía frases tales como: “Los hombres en la cocina huelen a caca de gallina”, desalentando con esto a sus hijos varones a aprender a cocinar. También decía: “Los hombres nunca lloran”, de manera que su familia nunca lo vio llorar, ni siquiera en los momentos más difíciles de su vida.

Fumó desde muy joven. Casi toda su vida fumó cigarrillos Lucky Strike, luego se cambió a la marca Camel y durante los últimos años de su vida fumó cigarrillos Marlboro. Llegó a fumar hasta dos cajetillas al día. Además consumía varias tazas de café caliente diariamente.

Es probable que estos vicios que él tenía del juego, el cigarrillo y el café, además de los desafíos con los graves problemas que tuvieron algunos de sus hijos, lo hayan ido convirtiendo poco a poco en un hombre frustrado y amargado. Solía mencionar con frecuencia que deseaba partir pronto de este mundo e ir a reunirse con Dios, al cual él llamaba irreverentemente el “Pelilargo”.

En 1989 al cumplir sesenta años de edad y empezando a sentirse cansado y enfermo solicitó su jubilación, la cual le fue concedida luego de haber aportado al Seguro Social por casi 28 años. A partir de allí pasaba casi todo el día en su casa junto a su esposa y algunos de sus hijos, quienes habían vuelto a vivir con él después de retornar de Guayaquil y Raúl, su hijo menor que siempre vivió con ellos. Dicen que ser abuelo es la segunda oportunidad que Dios nos da para desarrollar atributos paternales, con Rafael Horacio no fue la excepción ya que solía jugar con sus nietos, los llevaba a pasear de vez en cuando y les brindaba helados.

A partir del año 1984 Rafael Horacio y su familia enfrentaron otra difícil situación, su hijo Ricardo Antonio cayó en el problema de la adición a las drogas, lo cual lo llevó poco a poco a sumirse en un estado deplorable; todos en su entorno lamentaban que un hombre con tanto potencial y con una linda familia de cuatro hijos, sufriera esa condición.  Rafael Horacio no supo cómo manejar este serio problema y lo trató con dureza, se sentía impotente e inútil ante tremendo desafío. En el año 1990 Ricardo desapareció y nunca más supieron de él, es probable que se haya convertido en una víctima más de los escuadrones que la policía organizó, para darle de baja a las personas a quienes ellos llaman tristemente “Los desechables”.

La desaparición de Ricardo lo afectó emocionalmente y su salud empeoró. Sin embargo, nunca estuvo postrado en una cama, ni necesitó ser hospitalizado. A pesar de su desencanto por la vida, siguió esforzándose por ser el patriarca de su hogar y por administrar de la mejor manera posible la pensión que recibía del gobierno. No tuvo lujos, ni se fue alguna vez de vacaciones a conocer otros países, ni a recorrer Colombia. Llevó siempre una vida muy austera.

La mañana del 8 de enero de 1992 su esposa lo encontró muerto en la cama, su hijo Rodolfo Iván procuró revivirlo dándole respiración boca a boca y luego en el hospital donde fue llevado, su hija Jenny Maricela y otros médicos le aplicaron electrochoques, pero todo fue en vano, había fallecido de un infarto severo.

Tenía un caminar gallardo aunque no arrogante, acostumbraba a silbar mientras caminaba y era saludado por cuanta persona lo conocía y él siempre contestaba el saludo afablemente. En una ciudad pequeña como Tuluá y siendo él un odontólogo, mucha gente lo conocía. Donde quiera que iba lo hacía a pie y muy rara vez utilizó un taxi. Decía que si no lograba comprar un carro Mercedes Benz, no compraría ninguno, así es que nunca tuvo un carro.

Era coqueto con las mujeres, pero nunca infiel, actitud que heredó de su papá. Por lo general era amable con todas las personas que llegaban a su casa, pero si por algún motivo alguien no era de su agrado, él no podía ocultarlo fácilmente.

En sus opiniones sobre cualquier tema era muy franco y directo, sin importarle a veces que resultara ofensivo, comportamiento que lo convertía en ciertas ocasiones en una persona osca.

Entre sus virtudes es necesario resaltar su honestidad en el trato con todos sus semejantes, atributo que se esforzó en inculcar en todos sus hijos, con frases tales como: “La honestidad no es una virtud, es una obligación”, la cual repetía con frecuencia.

Le gustaba leer el periódico casi completamente, sobretodo los domingos, día en el que pasaba largas horas leyéndolo y resolviendo el crucigrama y con la piyama puesta. Si encontraba algún artículo interesante, o una noticia importante la leía en voz alta para que todos los de la familia lo escucharan. Tenía buena voz y cuando leía lo hacía con pausa y vocalizando bien cada palabra, casi como lo haría un locutor de radio. Si leía algo chistoso o escuchaba algo que le pareciera gracioso reía con gran intensidad y su risa era bastante contagiosa.

Con frecuencia sorprendía a todos con sus vastos conocimientos casi sobre cualquier tema. Era en términos generales una persona instruida. Cuando por algún motivo surgía en la conversación algún asunto que ameritaba mayor información, buscaba su diccionario Larousse y se ufanaba de corroborar lo que él ya había opinado; casi siempre se esforzaba por ampliar más los detalles. Podía recitar de memoria una docena de largos y variados poemas. 

Escuchaba música ranchera mientras se afeitaba en las mañanas y se untaba una buena cantidad de colonia, por lo general Pino Silvestre o la conocida Old Spice de Shulton. Usaba pañuelo y siempre tuvo una cajita de mentol chino en el bolsillo de su pantalón, el cual solía aplicarse de vez en cuando en la nariz.

En política fue del partido Liberal como su papá, pero nunca militó ni participó en ninguna tienda política. Cuando había elecciones en Colombia consideraba un deber sagrado participar, yendo muy temprano a depositar su voto y al regresar mostraba orgulloso a su familia su dedo índice de la mano derecha, el cual se acostumbraba pintar en aquel entonces en un tintero, como constancia de haber participado en esa acción cívica.

Físicamente fue un hombre blanco, muy velludo en los brazos, pecho y espalda, pero con una gran calvicie. Era bajo de estatura y de contextura normal, nunca fue robusto y en sus últimos años de vida se puso más delgado. Usó un modesto bigote y unas grandes patillas casi toda su vida, pero cuando cumplió cincuenta años de edad se rasuró el bigote, no así las patillas las cuales siguió usando hasta el final de sus días.

Podría decirse de él que fue un hombre honorable e íntegro en todo sentido. No logró sus sueños en cuanto a las cosas temporales, pero fue un ejemplo de rectitud para su familia. Murió sin confesarle a sus hijos que Ligia no era su hija, para él ella siempre lo fue, pues padre no es el que engendra, sino el que cría.

Biografía escrita por: Jairo H. Díaz C.

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