MARTIR.- Nació en Esmeraldas en 1.855 y fueron sus padres legítimos el comerciante Luis Vargas natural de Tumaco y dueño de la hacienda ganadera San José, fallecido de una apostema amebiana al hígado hacia 1.860 y Delfina Torres de la Carrera, que contrajo segunda nupcias con el Vicecónsul de Nueva Granada en Esmeraldas, Uladislao Concha Piedrahita, al quedar viuda de Luís Vargas.
Nota: Delfína Torres De la Carrera fue hija legitima de Javier Torres Betancourt, quiteño, secretario en 1.810 del Gobernador patriota de Atacantes Miguel de Betancourt y Nicolalde nieta materna del realista Diego de la Carrera Alcalde de la Santa Hermandad en 1.820, dueño de la hacienda Victoria, un trapiche y esclavos, y de Lucía de la Carrera y Portocarrero, natural de Atacames.
Fue el segundo de cuatro hermanos que crecieron entre Esmeraldas y las haciendas, gozando de una completa libertad para correr, jugar y conversar con los indios, negros y mulatos, pero quedó huérfano de cinco años, sin embargo su carácter delicado, atento, sensible y cariñoso no cambió. Sabía ganarse el aprecio general y en 1.867 fue enviado con su hermano Rómulo a estudiar la secundaria en el colegio San Gabriel de los jesuítas de Quito, donde, les cayó bien a los profesores jesuitas y fue tomado a cargo.
En 1.872 y a causa de la influencia religiosa que había recibido, ingresó al Seminario con la intención de hacerse sacerdote. Se vivían los tiempos tenebristas de la dictadura teocrática garciana y el conflicto entre ciencia y fe, agudizado por las ideas evolucionistas de Darwin, era notorio en el ambiente. El papado, a causa de la toma de Roma por las fuerzas garibaldinas, había declarado la guerra al liberalismo en política y a todo cuanto tuviera visos de modernidad. Una cúpula religiosa fanatizada y obscurantista mantenía a la iglesia ecuatoriana en una dolorosa postración a los pies del gobernante tirano, de suerte que el joven Vargas Torres, desilusionado del ambiente, volvió a Esmeraldas en 1875, de escasos veinte años, pero convertido en un intelectual serio y circunspecto, dueño de una bien cimentada cultura y de un estilo literario nítido que mucho le serviría en el futuro.
Hasta arreglar los asuntos relacionados con su herencia paterna pidió a su padrino y tutor Miguel Palacios Portocarrero que le proporcionara un trabajo cualquiera y fue durante algunos meses humilde escogedor de tabaco, a tiempo que habitaba en la casa de su abuela Lucía de la Carrera Portocarrero, que daba al río por un lado y a la iglesia por el otro, y acompañaba a sus numerosas primas a la fiestas que por entonces se celebraban.
Solía escuchar con atención a los demás, era pulcro hasta la elegancia y aunque había perdido la fe religiosa y no acostumbraba rezar nunca, creía firmemente en la existencia de un Dios altísimo, justo y omnipotente, así como en el destino del hombre hacia la libertad, meta definitiva marcada por el progreso, la ciencia y la civilización.
En 1877 instaló con Julio Concha Campuzano, la primera fábrica de hielo que se conoció en Esmeraldas. Ese año murió su padrastro en Guayaquil don Uladislao Concha y su madre y hermanas menores viajaron al puerto principal donde adquirieron una casa en el Barrio Las Peñas en el callejón Gutiérrez. Entonces él se mudó a la casa materna en Esmeraldas y cuando en 1878 arribaron los esposos Gil Santa Cruz en extrema pobreza, les ofreció un generoso alojamiento en su casa. Pronto se enamoró de la bella Gertrudis Gil, hija de ese matrimonio, planearon contraer matrimonio y hasta adquirió el vestido de novia, pero la voluble joven prefirió a su socio Julio Concha Campuzano y para evitar inútiles conflictos decidió abandonar Esmeraldas y con parte del dinero que le correspondía en herencia viajó a Guayaquil.
En 1879 se asoció con el comerciante Domingo Avellaneda bajo la razón social “Avellaneda y Vargas T.” en los bajos del edificio de la Gobernación, calle Pichincha entre las calles Aguirre y Clemente Ballén. En 1881 adquirió los derechos de su socio en la tienda. Meses después debió cambiarse pues en la Guía de Guayaquil de Manuel Gallegos Naranjo apareció el siguiente anuncio “Luis Vargas T. Calle del Correo No. 1, Importador y exportador de artículo nacionales, europeos y americanos”.
En 1.882 el Presidente Veintemilla proclamó su dictadura y el país se alzó en armas. El 6 de Agosto de ese año falleció en Esmeraldas su medio hermano Clemente Concha Torres, joven que aún no cumplía veinte años, a consecuencia de las heridas recibidas en el campo de batalla, luchando contra las fuerzas del gobierno. Este doloroso acontecimiento marcó su destino y a finales de año vendió su negocio y con algunos miles de pesos viajó en la segunda quincena de Noviembre a entrevistarse con Eloy Alfaro en Panamá.
Planificada la revolución regresó al Ecuador con Medardo Alfaro, José Gabriel Moncayo y otros liberales. Traían 2000 rifles y varios miles de cartuchos. A principios de Diciembre arribaron a las costas esmeraldeñas, avanzaron a la Propicia y el 6 de Enero de 1.883 vencieron a las tropas gobiernistas del Coronel Ulbio Camba que se refugió a bordo de vapor “Huacho”.
Entonces Eloy Alfaro pudo desembarcar en la población, nombró su Gabinete, abrió campaña en Manabí y ocupó el resto de la provincia casi sin resistencia.
El 15 de Abril arribaron los Regeneradores a Daule, el 28 a Pascuales, el 29 se situaron en Mapasingue organizados en tres divisiones bajo la órdenes de los Coroneles Manuel Antonio Franco, Luis Vargas Torres y Enrique Avellán Usubillaga. El 9 de Julio tomaron Guayaquil por asalto en unión de los Restauradores de la sierra, quienes ocuparon los cuarteles porque no tenía casas donde llegar y por eso permanecieron unidos, mientras los costeños se dispersaban por sus hogares. Alfaro le había ascendido a Coronel efectivo de Infantería y el 6 Agosto le reconoció dicho título, en su calidad de encargado del Mando Supremo del litoral.
A fines de 1883 concurrió a la Convención Nacional como diputado por Esmeraldas, pero al constatar la mayoría conservadora y el desprecio con que se trataba a los liberales, publicó el folleto “Alfaro y los pentaviros de Quito” en refutación a otro editado por el General José María Sarasti y se lanzó a la Oposición, se embarcó a Panamá y llevó a Eloy Alfaro una mayor cantidad de dinero del que le había ofrecido para atender los primeros gastos de la movilización, también le entregó un Giro a cargo de la Casa Comercial de Rafael Valdéz por siete mil pesos a ciento ochenta días plazo.
En las siguientes semanas viajó por Colombia a cobrar ciertas acreencias de su familia y con el secreto propósito de recabar la ayuda de los liberales de ese país para la revolución que estaba programando Alfaro.
El 15 de Noviembre de 1.884 Alfaro, Vargas Torres y otros más abandonaron el puerto de Panamá a bordo del vapor “Alajuela” rebautizado como “Pichincha”, adquirido para invadir las costas del Ecuador. A la altura de Tumaco se toparon con el “Nueve de Julio” que había salido a buscarlos, lograron ponerlo en fuga y el 4 arribaron a Esmeraldas.
Vargas Torres se quedó en esa población armando a los voluntarios y Alfaro prosiguió a Portoviejo donde fue rechazado, mientras el General Reinaldo Flores se dirigía al mando de una flotilla naval a bloquear al “Alajuela” en la Bahía de Caráquez, pero la nave revolucionaria logró huir en horas de la madrugada, sorprendiendo y abordando al “Huacho” a la altura de Jaramijó y cuando ya se creían los liberales victoriosos, fueron embestidos por el “Nueve de Julio” y se perdió la acción.
Después retrocedieron los expedicionarios por la playa y por el monte hasta Santo Domingo; finalmente, tras largas penalidades, repasaron la frontera con Colombia, mientras Vargas Torres y sus voluntarios cubrían la retirada.
Así finalizó la revolución del 1.884, pero las guerrillas de Crispín Cerezo y José Ruiz Sandoval continuaron amagando desde Vinces para arriba. El 1°. de Enero de 1.885 se abrió el patíbulo en Palenque a Nicolás Infante, en Guayaquil ocurrió el fusilamiento del joven Suboficial Amador Viteri y en Ambato fue linchado Leopoldo González.
El “Diario de la Campaña de Alfaro” que Vargas Torres había ido anotando día por día, fue tomado por los soldados del gobierno de entre su equipaje y se editó sin comentario alguno en 1.885 en 22 pags. mientras los exilados ecuatorianos vivían en forzada inactividad en Lima, donde Alfaro formó el Consejo Provisional Revolucionario con Felicísimo López, José Gabriel Moncayo, Luis Vargas Torres y Jacinto Nevares para emitir bonos de financiamiento de la nueva revuelta.
Meses después, Reinaldo Flores dio a la Luz un folleto titulado “La Campaña de la Costa” y Vargas Torres viose precisado a redactar el suyo con el nombre de “la Revolución del 15 de Noviembre de 1.884”. Entregados los originales a Carlos Prince, este retardó la edición en connivencia con el General Francisco Javier Salazar, Plenipotenciario ecuatoriano en Lima. El vergonzoso conciliábulo fue denunciado ante los Tribunales que sin embargo nada hicieron y Vargas Torres tuvo que imprimir su obra en 75 pags. en la Imprenta Bolognesi en 1.886.
Por esos días ingresó a la Logia Masónica “Paz y Orden” y seguía como león en jaula, cansado de la vida sedentaria. Alfaro planeaba una nueva campaña terrestre y naval según la cual Vargas Torres atacaría por Loja y Alfaro en el vapor “Vilcanota” amagaría las costas de Manabí. Con tal finalidad Vargas Torres viajó a Piura donde fue apresado mientras espectaba una representación teatral, pero el Subprefecto del Distrito lo puso en libertad condicional por falta de pruebas y días después ingresó al Ecuador por Catacocha. El 28 de Noviembre lanzó un Manifiesto proclamando la Revolución, abrió operaciones y el 2 Diciembre ocupó la ciudad de Loja; pero el 7 fue cercado por las tropas del Coronel Antonio Vega Muñoz y cayó prisionero con sus compañeros principales y cuarentidos hombres de tropa. A fines de mes fueron conducidos a Cuenca.
El 5 de Enero de 1.887 se les instauró un Consejo de Guerra que presidió el Comandante encargado del distrito del Azuay, Coronel Alberto Muñoz Vernaza, “quien se parcializó, cometió infracciones y permitió toda clase de vejámenes contra los prisionero entregados a su custodia”.
Dicho Tribunal condenó a sufrir la pena de muerte de Luis Vargas Torres, Pedro José Cavero, Jacinto Nevares y Filomeno Pesantes sindicados de ser los cabecillas de la revolución, así como al soldado Manuel A. Piñeres por el método de la insaculación, es decir, por la suerte, de entre sus compañeros detenidos. Todo ellos, menos Vargas Torres, solicitaron la conmutación de la pena; mas, los Dres. Moisés Arteaga y Emilio Arévalo asumieron su defensa y se sumaron a la solicitud de los otros sentenciados a muerte.
El asunto pasó a conocimiento del Consejo de Estado en Quito y el Ministro de Guerra, José María Sarasti, abogó por la suerte de los prisiones, pero el Ministro Fiscal Dr. Pablo Herrera le contradijo y al final el Consejo se pronunció por la conmutación a Pesantes y a Piñeres solamente, que el Presidente Caamaño la amplió a Cavero y a Nevares el 2 de Marzo.
El 11 de marzo el Dr. Luis Cordero y el Coronel Floresmilo Zarama, Jefe del Batallón No.- 3 de Guarnición de Cuenca, motivaron al Dr. José Rafael Arízaga para que convenciera a Vargas Torres de solicitar el indulto, lo que así sucedió, pero fue demasiado tarde.
El día 15, en la madrugada, su hermano Jorge Concha Torres compró al Oficial de Guardia y cuando Vargas Torres ya había ganado la calle recapacitó y como no podía abandonar a su suerte a sus compañeros volvió a la celda. Por este incidente, el historiador conservador Wilfrido Loor Moreira, años después, escribió que era un suicida.
La fuga fue comentada en la población y los prisioneros fueron trasladados al cuartel de la Columna Azuay frente a la Plaza Principal. El 19 de marzo, día de san José, onomástico de Caamaño, le comunicaron que la sentencia por fusilamiento se cumpliría el día siguiente 20 de Marzo de 1.887. El Obispo Miguel León quiso confesarlo pero fue cortésmente rechazado.
Esa noche escribió varias cartas de despedida y su testamento político que tituló “Al borde de mi tumba”, que contiene su Alegato ante el Consejo de Guerra. Ambos documentos son modelos de buen estilo, patriotismo ilimitado y le revelan como un pensador y polemista robusto, claro y sereno, amante de la libertad que proporciona la ciencia y el conocimiento. La sentencia se cumplió a las 7 de la mañana. Avanzó con paso firme- No hay señal de sombra en sus ojos. No hay señal de miedo en el corazón. Murió esbelto, cenceño, con fisonomía atractiva, vestido íntegramente de negro y de pie, sin haber aceptado que lo fusilaran por la espalda ni con los ojos vendados. La primera descarga de 5 disparos le hirió el vientre y aún tuvo fuerzas para señalar el corazón, una segunda descarga acabó con su vida. Fue arrastrado y lo lanzaron a un sitio llamado quebrada de Supai Huaico o del diablo, donde iban a parar los despojos de los réprobos (suicidas) porque no fue admitido en el campo santo. Esa noche, la familia de Carlos Zevallos Zambrano, subrepticiamente le dio sepultura cerca del cementerio. La noticia recorrió el mundo americano.
Al triunfar la revolución liberal del 5 de Junio de 1.895 sus restos fueron trasladados a Guayaquil y en 1.953 viajaron a Esmeraldas, a petición de esa Municipalidad y para honra del pueblo que le viera nacer. Hoy descansa en triunfo.
Su amigo –el político conservador– Angel Polibio Chávez le describió así: “tenía la suavidad de un niño y el alma de un atleta, por eso cayó como un gigante”.
Biografía escrita por el historiador ecuatoriano Rodolfo Pérez Pimentel, con ciertas notas adicionales hechas por el Ing. Jairo H. Díaz C.
No hay comentarios:
Publicar un comentario