lunes, 7 de octubre de 2019

Biografía de Delfina Torres de la Carrera




Biografía de Delfína Torres De la Carrera.

MADRE MARTIR DEL LIBERALISMO ECUATORIANO
Nació en Esmeraldas, Ecuador en 1836. Fue hija de Javier Torres Betancourt, quien fuera secretario y sobrino del gobernador de Esmeraldas, el Capitán Miguel De Betancourt Nicolalde y de la señora Lucia De la Carrera Portocarrero.

Primer matrimonio
Siendo una jovencita de 15 años, contrajo matrimonio en 1851 con el próspero comerciante y hacendado colombiano Luís Vargas, con quien engendró cuatro hijos.

Los jóvenes esposos viajaban mucho, de sus haciendas en Esmeraldas a Colombia y viceversa, siempre comerciando o distrayéndose y con el andar de los meses tuvieron a Froilán (1852) que murió niño; a Rómulo (1853), que de casi 30 años viajó a Costa Rica y nunca más se supo de el a pesar de las intensas gestiones que realizó su madre. Pudo haber sido robado, muerto y echado al mar o quizá naufragó la embarcación y todos murieron ahogados. En fin, su desaparición sigue siendo un misterio a pesar de haber transcurrido más de un siglo. De él se conserva un retrato de cuerpo entero que lo representa alto, delgado y algo feúcho. También nació Zulema (1854), que falleció púber en Esmeraldas, a consecuencia de una tuberculosis, enfermedad corriente por entonces y el último fue el heroico Coronel Luis Vargas Torres (1855), héroe del liberalismo ecuatoriano, fusilado ignominiosamente en Cuenca en 1887 por orden del Presidente Caamaño.

Su esposo Luís falleció repentinamente en 1860 frente a las costas de Tumaco en un viaje con doña Delfina, dejándola viuda muy joven y con tres hijos pequeños. Era un hombre bondadoso y trabajador y tenía mucho don de gentes para tratar problemas difíciles. De él se cuenta que compadecido de los sufrimientos de su cuñada Flora, por lo mucho que padecía en su matrimonio, tramitó en Roma la disolución y cartas van y vienen pasaron años y lo cogió la muerte en medio del papeleo, quedando todo en el olvido.

Como comerciante y empresario nadie le ganaba en Esmeraldas y llegó a poseer una de las más sólidas fortunas de la región. La suya fue la primera casa de madera en la actual población y este buen ejemplo hizo que sus vecinos también construyeran. La segunda casa fue la Iglesia, que costeó de su peculio, con una pequeña torre y dos campanas que hizo traer de Quito a lomo de mula. Eso ocurrió después del Incendio de la primitiva San Mateo en la década de los años 50. La Esmeraldas actual se construyó a pocos kilómetros de distancia, en la desembocadura del río.

Segundo matrimonio de Delfína
Muerto don Luis Vargas entró en la vida de doña Delfina el Vice Cónsul Uladislao Concha Piedrahita, natural de Buga, Colombia, hijo de Ignacio Concha Grafe y de Teresa Piedrahita Racines, quien había pasado a Guayaquil en 1843 acompañando a su tío el Presbítero Dr. Fernando Racines, que huía de una de las percusiones políticas tan comunes en su patria.

En el año 1861 empezó una relación con este otro próspero comerciante colombiano, con quien contrajo matrimonio años después el 12 de julio de 1867 cuando ya habían nacido algunos de los trece hijos que engendró con él, de los cuales seis murieron en forma trágica y de estos, cuatro por causas políticas.

Una de las muertes que más le afectó fue la de su hijo Luís, quien murió fusilado en Cuenca. De él recibió una carta escrita la noche anterior a su martirio, la cual decía lo siguiente:

Desde mi prisión de Cuenca, marzo 19 de 1887

“Comprendo muy bien madre mía que este, mi ultimo adiós te hará sufrir mucho, pero como irme a la eternidad sin despedirme de los seres que más quiero, de ti madre querida, de María, de Esther de Teresa y de Delfinita?

Se que mucho sufrirás con mi partida, pero aquellos insensatos que me matan por satisfacer una vil venganza, creen contener el vuelo de la revolución con este crimen y no saben esos infelices que lo que hacen es darle más aire y más espacio, quiera Dios madre mía que yo sea la última víctima que presencien los pueblos.

No puedo más, las lágrimas brotan de mis ojos sin cesar y mi corazón desfallece. Adiós madre querida, no desesperes, tus hijos necesitan de tu apoyo y tus sufrimientos te abren el camino de la felicidad, Adiós. Tu hijo, Luis”.

De ella se cuenta que al saber la muerte de su hija Esther de Tamayo en 1922, llorando, dijo: "Virgen de las Mercedes, dame como premio que no vea morir a otro hijo" y efectivamente falleció al poco tiempo, con su deseo cumplido.

Era mujer de mucho sentido del humor y para el segundo incendio de San Mateo se negó a bajar un enorme óleo de la Virgen de las Mercedes que tenía en su escalera diciendo: "Virgen santa, o me cuidas la casa o te quemas con ella" y cosa rara, el fuego se detuvo en una de las casas vecinas que se destruyó por completo, pero no avanzó a la de doña Delfina que se libró de milagro. Por acción de la Virgen, como después decía, riéndose.

En 1878 se trasladó a Guayaquil a terminar de educar a su familia, viviendo en el barrio Villamil y frente al portal de las Moran, donde era visitada por los principales políticos liberales de entonces. Con Alfaro se tuteaba, lo mismo que con los Generales Leonidas Plaza y Manuel Antonio Franco. Fue una madre inmejorable y con su buen ejemplo encauzó la vida de los suyos por senderos de corrección y sacrificio.

Ya viejecita se dedicaba por horas y en el patio posterior de su vivienda a enseñar a hablar a varias loras que se había hecho traer de Esmeraldas y así gastaba su tiempo. Una mañana de esas, que se descuidó, vio cómo se le escapaba volando una de sus regalonas y muy compungida anunció la mala nueva a sus hijas y yernos. El Dr. José Luis Tamayo (marido de Esther Concha) tomó su sombrero y bastón y se fue a recorrer el vecindario, preguntando a troche y moche si habían visto a la fugitiva y casi una hora después regreso triunfante, con ella en la mano, siendo recibido con miles de agradecimientos por doña Delfina, que desde entonces lo prefirió entre todos, diciendo que era su salvador. Tamayo, mucho después la llevó a vivir a su casa y tenía por costumbre saludarla todos los días diciéndole: ¿Cómo está Misia Delfina?— Bien, José Luis, era la respuesta.

En esa casa doña Delfina compartía un extenso dormitorio con su ahijada de bautizo, tocaya y nieta Delfina Tamayo Concha, después señora de Navarro Gardin. Y muy viejecita se sentaba en una estera y hacía que sus nietas le abrieran sus baúles donde tenía ropa blanca, cartas, papeles, escrituras, fotografías y muchas menudencias, para que se los fueran sacando de uno en uno. Entonces cobraba vida para ella el pasado y cada cosa tenía su explicación. Esa foto era de una tía soltera, la otra era una carta de su suegra, el mantelito lo había bordado ella misma en Lima, ese fajo de medallas eran de su hijo Luis, una polca muy elegante la tenía reservada para alguna fiesta de gran etiqueta y así por el estilo. También tenía sus ahorros pues no gastaba en nada porque sus necesidades eran domésticas y estaban cubiertas por sus hijas y por ello cualquier renta o dinero que le caía lo hacia cambiar por libras esterlinas de oro, las metía en unos tubos de bronce e iban a parar a sus baúles, donde dormían el sueño de los inocentes. Mis tías me han referido que a la muerte de doña Delfina encontraron mas de diez tubos llenos de esas monedas.

Un hermosísimo retrato al óleo donde aparecía joven y hermosa, quedó en poder de doña Delfina Concha de Cucalón quien lo mantuvo en su sala por muchos años, pero habiéndose cambiado a Esmeraldas lo dejó en depósito en casa de su hermana Teresa donde estuvo colgado en la sala mas de veinte años. Muerta doña Tereza volvió a donde su hermana Delfina y al fallecer ésta, su hija Maruja Cucalón lo obsequió a Fina Tamayo que lo tuvo en Ambato y finalmente fue obsequiado al Banco Central de Esmeraldas.

Doña Delfína falleció en Guayaquil el 9 de mayo de 1925 a la edad de 89 años.

Biografía escrita por el historiador Rodolfo Pérez Pimentel, con ciertas notas adicionales del Ing. Jairo H. Díaz C.

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