Biografía de María del Carmen Hevia Aveiga.
Nació en Charapotó, Manabí, Ecuador en el año 1827. Doña Carmen fue una dama hermosa, distinguida, culta y respetable, proveniente de una familia adinerada originaria de Montecristi, Manabí, Ecuador; sus padres se asentaron en el valle de San Esteban de Charapotó a principios del siglo XIX. Contrajo matrimonio en Charapotó con don Julio Antonio Santos Centeno aproximadamente en 1844, quien llegó a ser un próspero comerciante y con quien engendró 22 hijos.
En el Partido de Portoviejo, como se denominara esta región de la costa en la colonia, surgieron varios centros mercantiles, como Montecristi, Jipijapa, Manta, Portoviejo, Chone y Bahía, a diferencia de provincias como Guayas, en la cual la ciudad de Guayaquil fue el único centro económico. Por lo general, estos pueblos estuvieron vinculados a un cabildo o a un municipio, de suerte que cada municipio tuvo su propia historia y guardó celosamente sus tradiciones, tal vez un legado del municipalismo español. De ahí la tendencia a establecer alianzas matrimoniales con familias locales, aunque las distancias entre los pueblos no fueran mayores.
En Charapotó se conformó una sociedad con características casi endogámicas. Apellidos como Santos, Lozano, Velasco, Ureta, Martínez, Hevia, Centeno, de la Chica, Macay y Plaza se entrelazaron durante varias generaciones. (Carmen Dueñas de Anhalzer).
Con Carmen y Antonio no fue la excepción, pues su abuela paterna fue doña Magdalena De la Chica De la Vega, quien era pariente del abuelo materno de don Antonio, el señor Juan Francisco Centeno Tello de la Chica.
A inicios de la República las elites de Charapotó se involucraron activamente en los procesos políticos del país. Se adhirieron a la declaración de independencia del Partido de Portoviejo y participaron en la Asamblea Constituyente de 1835.
Cuando surgió la figura emblemática de Eloy Alfaro y se dio inicio a su revolución liberal, muchos jóvenes de Charapotó fueron militantes de ese movimiento revolucionario y participaron en las asonadas que precedieron al triunfo de Eloy Alfaro. No es de extrañar que la ideología de esta burguesía fuera decididamente liberal, dada su vinculación con la actividad exportadora. Uno de los primeros ideólogos (aunque poco conocido), del liberalismo ecuatoriano fue El coronel Manuel Santos Centeno, también de Charapotó y hermano de don Antonio. En 1859 combatió en Guayaquil al frente de la Columna Manabí, que era un contingente de 500 jóvenes, junto al ejército del General Flores, cuya victoria impidió la desmembración de Ecuador como país.
Poco después el Coronel Manuel Santos Centeno fue exiliado a Lima desde donde emitió proclamas que se leen como un ideario liberal. Exigía libertad de expresión, libertad de prensa y libertad de culto, que no se ponga trabas a la industria y que no se fomente el agiotaje.
De manera que esta ideología política estaba firmemente arraigada en la familia de doña Carmen y de sus demás parientes y amigos de Charapotó.
Charapotó no pudo evitar las consecuencias de los conflictos propios del Ecuador del siglo XIX. En 1864 el pueblo fue quemado a ras de tierra por las fuerzas de Manuel Castro. El incendio provocó el eventual éxodo hacia la Bahía de Caráquez, que hasta ese momento era solamente un punto de feria que se activaba a la llegada de los grandes buques. A consecuencia del traslado de estas familias surgió la ciudad de Bahía y se creó el Cantón Sucre, Bahía pronto se convirtió en el segundo puerto de la república y adquirió las características urbanas que la caracterizaron.
En el incendio de Charapotó doña Carmen, al igual que otras familias, no solo perdieron sus casas, muebles y enceres, sino también registros valiosos como cartas, fotografías y cuadros familiares. También se quemaron muchos registros de la Iglesia Católica que contenían las ordenanzas de bautizos, defunciones y matrimonios efectuados en ese lugar, borrándose de esta manera parte de la historia de los habitantes de ese hermoso Valle.
En 1865, poco después de terminada la guerra civil en los EEUU, siendo don Antonio un hombre de elevadas aspiraciones y grandes sueños, decidió aprovechar sus contactos para enviar a sus hijos varones a estudiar a ese país. Doña Carmen que respetaba las decisiones de su esposo, vio partir con tristeza a cinco de sus hijos en un gran barco de vela que salió desde Bahía de Caráquez rumbo a los EEUU a principios de ese año. Los hijos que partieron son: Julio Romano (1845), Mariano (1846), José (1847), Javier (1848) y Benito (1849), quienes quedarían bajo el cuidado y responsabilidad del hermano mayor, aún cuando todos fueron a un internado y gozaban de las comodidades y privilegios que tenían los jovencitos de las familias burguesas de ese entonces.
Refiriéndose a esta tendencia, la señora Carmen Dueñas de Anhalzer escribió lo siguiente:
“Esta burguesía mercantil dio mucha importancia a la educación. Con una población de apenas 2000 habitantes, sorprende el número de educandos en el exterior. No existían colegios en la provincia sino escuelas y profesores particulares, y la falta de vías de comunicación con las ciudades del interior dificultaba el traslado, por ejemplo, a Quito o Cuenca, donde si funcionaban establecimientos de enseñanza superior. Resultaba más fácil abordar un barco en la vecina Bahía de Caraquez con destino a Panamá y de ahí trasladarse a Estados Unidos o Europa. Como ejemplo podemos citar a los ocho hijos de Antonio Santos Centeno, comerciante del sombrero de paja toquilla, siete de los cuales fueron enviados desde tierna edad a
un colegio preparatorio en Estados Unidos. Los mayores llegaron en 1865, a poco de terminada la guerra civil en ese país” (“El Valle encantado de San Esteban de Charapotó”).
Pocos meses después de haber llegado estos jóvenes a los EEUU, les sobrevino una gran prueba tanto para sus padres como para ellos con el fallecimiento de Javier, que tan solo tenía 17 años de edad y quien murió en circunstancias no muy claras, aparentemente de una enfermedad. Los esposos Santos Hevia se enteraron de este lamentable acontecimiento tres meses después de haber ocurrido.
Los siguientes cinco años Carmen vio con Alegría como los negocios de su esposo prosperaban, llegando a ser propietarios de un barco con el cual exportaban sus productos a Panamá, California y a aún a Europa. El y sus hermanos, así como algunos de sus primos eran exportadores de sombreros de paja toquilla, cabuya, tagua y cacao, lo cual les permitió amasar una gran fortuna.
El 15 de agosto de 1871 doña Carmen pasó por otra gran tribulación con la muerte repentina de su esposo Julio Antonio, aparentemente de un infarto cardiaco. El tenía tan solo 46 años de edad, dejándola a ella viuda y llena de hijos, el menor de los cuales con pocos días de nacido, y con muchos negocios por atender. Don Antonio murió sin volver a ver a sus muchachos a quienes había enviado años antes a estudiar al exterior.
A raíz de este triste acontecimiento sus hijos empezaron a retornar a Ecuador sin haber concluido totalmente sus estudios. Julio Romano, el mayor, continuó sus estudios superiores logrando graduarse de Ingeniero en la Universidad de Virginia.
Con la ayuda de sus hijos y de los parientes de sus esposo, Carmen logró continuar manteniendo los negocios de su esposo a flote, sobretodo las ventas de sombreros de paja toquilla y de cacao, que para entonces se había convertido en el producto principal de comercialización en esta zona de Manabí. Ella era toda una matrona muy respetada y querida en Bahía de Caraquez.
A pesar de las dificultades que empezaban a surgir con la inestabilidad política del país, algunos de los hacendados de esta región continuaron enviando sus hijos a estudiar al exterior. Este fue el caso de Juan Francisco Mackay Lozano, quien estudió ciencias en Inglaterra, Flavio Santos Moreira, quien obtuvo un doctorado en filosofía en la Universidad La Sorbona de Paris, los hermanos Benito y Elio Santos Mackay, quienes también estudiaron en esa misma Universidad, este último obtuvo un doctorado en medicina y Antonio Santos Hevia, quien fue enviado por doña Carmen a estudiar a Inglaterra.
En el año 1879 su hijo Julio Romano retornó al Ecuador. Sin embargo, su intención no era quedarse, pues habiendo obtenido la ciudadanía Americana, aspiraba poder radicarse definitivamente en ese país. Su llegada a Bahía de Caráquez fue de valiosa contribución, ya que habiéndose graduado de Ingeniero diseñó el bien trazado plano de esa ciudad, que recién empezaba a surgir.
En el año 1884 a raíz de que el movimiento Alfarista continuaba haciéndose más fuerte en Manabí, el gobierno Central organizó una campaña anti revolucionaria y puso al mando de esta a Reinaldo Flores Jijón, Comandante en Jefe de Operaciones de las Fuerzas del Litoral, cuyo propósito principal era desmantelar “la Revolución Injustificable” encabezada por el Señor Eloy Alfaro.
El Gobierno ignoraba hasta qué punto hubiesen avanzado los trabajos revolucionarios, y carecía de un conocimiento perfecto de los aprestos bélicos y demás elementos con que contaban los revolucionarios.
El poder económico de estas familias manabitas ocasionaron que el movimiento de Alfaro se hiciera fuerte dotándolo de armas, uniformes, barcos y dinero suficiente para financiar las campañas. Don José Miguel Mackay Lozano, quien denunció minas de plata en El Salvador y Guatemala en Centroamérica, y quien había hecho una importante fortuna como producto de la explotación de dichas minas, fue uno de los que más aportó dinero para apoyar la revolución de Eloy Alfaro, quien había perdido ya gran parte de su patrimonio en sus múltiples intentos por derrocar a los gobiernos conservadores en Ecuador.
Julio Romano, pronto se unió a las tropas revolucionarias que empezaban a organizarse en toda esa región de Manabí. Desafortunadamente la casi nula preparación militar, la inexperiencia en asuntos bélicos y la falta de verdaderos estrategas de guerra en mar y tierra, impidieron que la pasión libertaria y el fervor de todos estos hombres jóvenes Manabitas tuviera éxito. Poco a poco la mayoría de ellos fueron apresados y algunos murieron en combate.
“El día 12 de diciembre de 1884 a las 5:00 PM arribó a Bahía de Caraquez el barco Nueve de Julio, comandado por Reinaldo Flores Jijón, conjuntamente con su arribo llegó también por tierra una tropa como de sesenta hombres que venían de Charapotó, comandadas por el Coronel Daniel Granja, quien llegaba de Chone con 32 prisioneros, entre los cuales se encontraba el señor Julio Santos, sindicado de ser uno de los principales autores de la revolución, dos señores de apellido Balda, un tal Aveiga y un señor Andrade, sujetos estos sobre quienes pesaban cargos gravísimos”. (Campaña de la costa de Reinaldo Flores, página 97).
Las propiedades de la familia Santos fueron incautadas, los almacenes fueron clausurados y se aseguró además que sus casas habían sido saqueadas. Sin embargo, el Comandante Reinaldo Flores negó esto último y para desmentir las acusaciones ordenó que se hiciera una revisión entre los miembros de la tropa, a bordo del barco Nueve de Julio, de cuya operación resultó que ningún soldado tenía abordo despojo alguno del supuesto saqueo. Pero a renglón seguido él mismo menciona lo siguiente: “Supe que un oficial conservaba un taburete de alfombra, llevado de tierra, perteneciente a la casa posada de los señores Santos Hevia, en donde estuvo alojada precariamente la oficialidad e inmediatamente dispuse la devolución de ese mueble, reconvine severamente al oficial y lo mandé poner preso”. (Campaña de la costa de Reinaldo Flores, página 98).
El 13 de diciembre de 1884 falleció doña Carmen Hevia Aveyga. La captura de sus hijos le ocasionó un infarto severo. Esto fue lo que escribió el Comandante Reinaldo Flores en su libro de registros:
“A la entrada de nuestras tropas en Bahía, la señora Carmen Hevia, viuda de Santos, madre de los jóvenes Julio y Antonio, complicados en la revolución, matrona respetable que se hallaba convaleciendo en San Vicente, es decir frente a Bahía, como resultado de una enfermedad crónica que adolecía al corazón, impresionada súbitamente con este suceso (es decir la prisión de sus hijos), acaso para ella inesperado, fue atacada de un síncope fulminante que le arrebató en pocos momentos la vida. Al tener noticia de este suceso nuestro Capellán, el doctor Vidal Egüez, fue a ofrecer a la familia los auxilios religiosos; pero ésta rehusó aceptarlos”
(Libro Campaña de la costa de Reinaldo Flores, página 99).
La captura de Julio Romano Santos por las fuerzas conservadoras del Coronel Reinaldo Flores protagonizó un serio impasse entre los gobiernos de Ecuador y Estados Unidos.
Resulta que habiéndose enterado el señor Martín Reinberg, Vicecónsul de Estados Unidos en Guayaquil, que Julio Romano Santos Hevia había adquirido la nacionalidad americana, envió cartas al gobierno de su país en abril de 1885, informando de este hecho y adjuntando cartas de siete testigos que afirmaban saber, que durante todos estos años que Julio había estado radicado en Ecuador, se había negado a ocupar o aceptar cargo público alguno, pues siempre aseguró ser ciudadano Americano y tener la intención de retornar a los Estados Unidos. Los testigos fueron: Virgilio Stopper, Juan Polit, Manuel Nevárez, Francisco E. Lozano, José R. Cedeño, Eugenio F. Santos y José Antonio B. Martínez.
El gobierno de los Estadios Unidos solicitó la inmediata puesta en libertad de Julio Romano Santos Hevia, pero en vista de que esto no sucedió, el Gobierno Americano envió una goleta de guerra a Manta y presionó para la liberación de Santos. De modo que fue puesto en libertad a disgusto de los líderes gubernamentales.
Posteriormente cuando Manuel Flores Jijón, hermano del Coronel Reinaldo Flores, se desempeñaba como Presidente del Ecuador, Julio Romano Santos siguió juicio al gobierno por las pérdidas económicas sufridas en este incidente, juicio que fue dirimido en Nueva York a favor de Santos.
Julio regresó a los Estados Unidos donde se convirtió en un profesor de la Universidad de Virginia, institución en la que se había graduado años atrás como Ingeniero.
Doña Carmen falleció a la temprana edad de 57 años. dejando una gran posteridad. Sus descendientes han llegado a ser ciudadanos ilustres del país. Hombres y mujeres destacados en diferentes facetas del quehacer público.
Biografía escrita por: Ing. Jairo H. Dìaz C (diazjh58@hotmail.com).